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Stan Cabmal

RESPIRAR O MORIR



Regresando después de mucho tiempo al Hospital de Policía acompañando a mi madre a sus chequeos; vino a mi mente el recuerdo de mi infancia, cuando iba de la casa al hospital y del hospital a la casa por motivos del asma, una enfermedad muy común pero incomprendida en estos tiempos.


Esta enfermedad de verdad es muy complicada. Desde los cinco años comencé a sentir que se me cerraba el pecho y me agitaba muy rápido con cualquier actividad física; era en realidad un gran problema para mí. No me permitía jugar normalmente con los demás niños.

Conforme fui creciendo el asma aumentó su nivel y esa sensación de asfixia repentina no se la deseo a nadie. Mi padre o mi madre tenían que dejar de hacer sus actividades para llevarme rápidamente al hospital y calmar pronto estos ataques. Era un camino interminable de no respirar bien y sentir acelerado mi corazón hasta llegar al hospital.


En mi desesperación sentía esperanza por que confiaba en que mi padre y mi madre no permitirían que me pasara nada malo. Esto me confortaba en el transcurso de esta enfermedad.


Más tarde entre los trece y quince años pasé mi etapa difícil como todo adolescente tratando de encajar en la sociedad, pero se me hacía complicado porque debido a esta enfermedad no pude socializar mucho con mis compañeros desde pequeño y fui volviéndome una persona introvertida.


Es difícil en la adolescencia saberse incomprendido, buscando amigos reales y solo encontrarlos por conveniencia. Tratando de alegrar mi vida con cortos momentos de diversión entre fiestas y salidas con “amigos”, pero ningún era realmente mi amigo. Pensándolo bien entre mi niñez y adolescencia solo tuve un verdadero amigo: Clark Ramos, a quien en la actualidad ya no puedo ver muy seguido por nuestros diferentes quehaceres diarios, pero si nos mantenemos comunicados.


Pese a esta gran amistad sentía que me faltaba algo más, no sabía que era y trataba de llenar esos vacíos con diferentes actividades pero era inútil. Entre el asma y la incomprensión vino a mi mente un pensamiento triste y oscuro: pensé si la solución a estos problemas era desaparecer de este mundo quitándome la vida.


Difícil decisión que me cuestionaba; pero felizmente mi hermana mayor me ayudó sin saberlo. Ella estaba asistiendo a un grupo de jóvenes en la parroquia Nuestras Señora de las Victorias y me invitaba cada semana, pero yo no le daba importancia y le decía que estas cosas religiosas no eran para mí y que yo tenía cosas más importantes que hacer.


Después de un tiempo ya no me dijo nada. Yo seguía en mis cosas tratando de sobrellevarlas. Luego de unos meses mi hermana volvió a invitarme y para sorpresa mía le respondí q iría solo una vez. Yo no sabía porque había dado esa respuesta, pero ya di mi palabra y no me podía echar para atrás.


Fui indeciso y cuando llegué al lugar de reunión pasó algo diferente. La gente me saludaba como si me conociera. Hicieron cantos muy alegres y hubo un tema muy interesante que respondía varias preguntas que tenían en mi cabeza. Luego llegó el momento de orar, sinceramente no creía que la oración fuera realmente una conexión con Dios pero desde ese día doy testimonio que es real.


Quede sorprendido aquel día y continúe asistiendo; poco a poco aprendía mas de las cosas espirituales e intelectuales. Y en el transcurso de ese tiempo Dios fue dándome salud y hoy puedo contar que a partir de los dieciséis años en adelante ya no tengo ni un solo ataque de asma.


Sé que hay muchas personas que no creen que Dios exista realmente o que actúa en sus vidas. Yo puedo dar fe real que El existe; ha hecho todo esto y muchas cosas más en mi vida y se lo agradezco.

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